Filme: Fórmula 1 (spoiler alert) y reflexiones de vida

La película Fórmula 1 tiene como protagonista principal a Sonny Hayes (Brad Pitt), un personaje ficticio que en los años noventas se perfilaba para ser el piloto de Fórmula 1 más prometedor de su tiempo. Sin embargo, un accidente en la pista acabó prácticamente con su carrera. Según la trama, debieron pasar treinta años para que la vida le ofrezca una nueva oportunidad de redención, volver a correr, convertirse en el mentor de un equipo joven (con todos los retos que esas diferencias implican), y obtener victorias que le fueron en su momento arrebatadas por circunstancias ajenas a su control. 

Aunque no se trata precisamente de una obra maestra del cine, y más bien puede considerarse como una calculada apuesta de producción cinematográfica que contó con todo el presupuesto necesario para generar los 150 millones de dólares que recaudó, es importante que el lector considere que en éste espacio lo que se valora es el análisis que se genera al interior del espectador; esas inferencias profundas basadas en cicatrices y experiencias propias, que valen la pena destacar y recorrerlos desde un plano filosófico y espiritual.  

Sonny es caracterizado por su valentía y audacia que ejerce en su profesión de piloto automovilístico. Con un talento natural, intensa intuición, rebelde ante las reglas y el status quo, él marcaba la diferencia en las pistas. Pero el accidente lo marca y le cambia la vida para siempre. Luego del incidente, él no puede ser el mismo, ni físico ni mentalmente, por lo que se aleja de las famosas carreras para correr en pistas menos desafiantes. A las que le gana a todas, pero constantemente rechaza recibir los trofeos. Nos deja saber que no lo hace por los aplausos, sino que lo hace por y solamente para él mismo. 

Esta historia sucede de diferentes maneras en la vida de las personas. Los que hemos transitado por la etapa de la juventud, un período de inexperiencia e ingenuidad, de soñadores más de la cuenta, nos podemos relacionar. Es precisamente en esa fase en el que solemos tomar decisiones arriesgadas y audaces, menos calculadas hacia tu propio bienestar, la cuales posiblemente no sean las equivocadas y más bien sean las correctas, pero que el sistema del mundo no te las va a permitir realizar sin consecuencias con precios muy altos que pueden dejar cicatrices que duran para siempre. 

Sabemos que en este mundo ser valiente sí sale caro. Decir la verdad tiene un costo, luchar por valores como la honestidad, la ética, la integridad, la justicia, el bien común, la paz, es hoy por hoy, ser revolucionario. Porque es irse contra la corriente. Porque la mayoría de la sociedad prefiere no pagar el precio, no sufrir las consecuencias, si da igual, pues el mundo -en un plano general- continuará a la deriva. 

El precio a pagar es diferente para cada persona valiente que se atreve a cambiar las reglas y el status quo. La oscuridad no quiere la luz. El sistema colapsado de corrupción e injusticia no quiere personas honestas tomando el timón. La mentira no quiere que se hable de la verdad. En ese momento te conviertes en un enemigo al cual se debe atacar.

El que decide irse por este camino angosto y poco transitado, conoce que existen pérdidas en el trayecto. Requiere sacrificios, como perder momentos valiosos, estar lejos de tu familia por un bien mayor. Si incomodas lo suficiente, puedes ser difamado, perder tu reputación, tu carrera, tu trabajo; recibir amenazas, ser acosado judicialmente, en fin, cualquier tipo de ataque que el lector no llega ni a imaginar, incluyendo por supuesto, la posibilidad de perder la vida o la de tu familia. 

Hoy quiero tomar este espacio para rendirle honores a Nathaly López, de quien muy poco se ha destacado su valentía por luchar contra la corrupción. Fue asesinada el 28 de marzo del 2023. Con 35 años, era una joven brillante profesional, voluntaria en fundaciones, quien mantenía el cargo de directora administrativa en uno de los hospitales públicos más embebidos por la corrupción en la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Ella se había  atrevido a realizar lo que sus antecesores por miedo, complicidad o comodidad habían encubierto: ella inició acciones disciplinarias contra los responsables del desabastecimiento y sobreprecios en el área de compras de medicinas, por el cual cientos de ciudadanos eran afectados día a día. En los pasillos del hospital, los usuarios cuentan historias desgarradoras, sobre la pérdida de sus familiares por no haber recibido la medicina necesaria, pese a haber aportado a la institución pública durante toda su vida. Un sistema que está diseñado para que sea un negocio altamente rentable para unos pocos, a costa de la muerte y miseria de los que más necesitan. 

Ella tomó las acciones correctas, lo que se debía hacer para que no continúe perpetuándose la injusticia. Ella fue valiente, audaz, un rayo de luz ante tanta oscuridad. 

El mensaje fue claro: si desafías al sistema corrupto, pierdes tu vida. Luego de este suceso, todo su equipo renunció. Luego de este incidente, es imposible que puedan ser los mismos. Como sociedad, es imposible, que seamos los mismos. 

Eso fue justamente lo que me recordó la historia de Sonny, un viaje profundamente humano. La vida puede ser tan intensa como una pista de carreras, llena de actos de rebeldía, de fracasos, de incidentes fuera de nuestro control. En estas historias algunos pueden tener segundas oportunidades, espacios para encarar las heridas, e incluso, volver a soñar. El protagonista logra esta vez ganar el premio mayor, el mas famoso y complejo, la Fórmula 1. Otra vez rechaza el trofeo, el mayor "honor" que puede recibir un corredor de autos. Sonny, se convierte en un espejo, ésta vez no solo de las cicatrices, sino también de redención, experiencia y sabiduría. En este punto nos lleva a cuestionarnos, ¿cuál es la verdadera carrera que buscamos ganar?

Sonny no se queda para la fama, ni las cámaras, ni todos los beneficios que reciben los ganadores, con todas las atenciones que esto implica. "Is just noise", como él lo describe. Finalmente lo vemos conducir hacia Baja California, hogar de las carreras de arena, donde deja en claro nuevamente que no lo hace por el dinero ni por la atención. Pero esta vez es diferente. Lo vemos recorriendo en su auto hacia el atardecer, con una paz y felicidad desbordante, en su máxima plenitud de autenticidad. Este estado de descanso divino ha sido descrito por otros artistas. Jeff Ament, cuando escribió la canción "Low Light", así él lo describe: "A kind of gratefulness at finding that place of calm and peace at my center and getting a glimpse of the person I choose to be. Pure happiness. God, I thought I was going to explode".

Luego de las cicatrices, viene la sabiduría. Buscar lo invisible se trata de encontrar lo que está fuera del radar mundano. ¿Qué tal si la carrera hoy no está en buscar los premios, la fama, sino en perseguir y proteger ese estado de paz y felicidad absoluta que solamente mirando hacia adentro puedes encontrar? ¿Y si la meta, consiste en que pese a todas las vicisitudes de la vida, podamos vivir con esa calma y paz sobrenatural? Para Sonny, se representa corriendo autos en Baja California. Para mí, escribiendo mientras me tomo un café de origen a las afueras de Florencia. ¿Tienes claro cuál es el tuyo? Te invito a que no dejes de buscarlo, porque todos tenemos uno. 

MG



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