Los dones del Espíritu Santo
Nota introductoria: Le he pedido al Espíritu Santo, que utilice mis manos y mi mente para ésta nueva etapa de escritura. Le pido al lector que abra su corazón y permita viajar hacia donde El nos lleve.
Cada ser humano recibe por parte del Espíritu un regalo, un don, un talento. Provienen de Dios, es como nuestra huella dactilar, pero es espiritual, intangible, única entregada a cada uno. Tienen un propósito, servir a Dios y a la humanidad.
Alguien que nunca ha escuchado sobre esto, se preguntaría, ¿Quién es El Espíritu Santo?
Es plenamente Dios, existe como un ser divino, que tiene mente, emociones y voluntad. Piensa, siente, toma decisiones, trabaja en armonía con El Padre y Jesús. El guía, consuela, revela, inspira, purifica a quienes creen. Es todopoderoso, se mueve por todo el mundo, y si una persona lo permite, puede vivir en su corazón.
Su Presencia me ha acompañado desde que tengo memoria, pero nuestra relación ha ido profundizándose con mi madurez espiritual. Es en mi vida adulta donde más he colgado los guantes y me he permitido recibir su guía, su consuelo, su amor. Me ha esperado pacientemente, como un caballero. Me ha visto alejarme, me ha esperado hasta que decida acercarme. Me ha dado varios regalos, entre ellos el discernimiento sobre lo invisible, sobre el mundo espiritual. Al Espíritu Santo le encanta moverse con la música y me ha regalado una conexión muy especial con ella: es nuestro lenguaje de amor.
La música existe en el plano espiritual, mucho antes de la creación humana. Con ella los ángeles alaban y adoran a Su Creador. Fuimos diseñados para crear, disfrutar y también alabar con la música. Es una forma que tenemos los seres humanos de conectarnos con lo divino. En mi caso, Él se comunica conmigo de manera especial a través de la música, me ha guiado, me ha revelado situaciones, corazones, me ha consolado en mis momentos más vulnerables.
Cuando pasamos pruebas o dificultades, es la forma en la que podemos mantener los ojos puestos en Él, y no en nuestras propias fuerzas. Preston Morrison, un pastor de Arizona, al respecto en uno de sus podcasts dice, "mientras más dura sea la situación, más larga debe ser la canción." No puedo estar más de acuerdo. Cuando cantas en medio del proceso, como nos lo recuerda Pablo y Silas, ocurren milagros. Ellos mientras se encontraban injustamente encarcelados por hacer el bien, cantaban himnos a Dios. La respuesta: sobrevino un terremoto que abrió todas las puertas, soltó todas las cadenas y fueron sobrenaturalmente liberados.
Pero recordemos que existen los ángeles caídos, y que también aman la música. Sobre esto, lo describe perfectamente uno de mis músicos favoritos, Bob Dylan:
"Well, it may be the devil or it may be the Lord
But you're gonna have to serve somebody"
Todas las creaciones sirven a alguien. A veces una canción puede conectar con el alma, y puedo discernir sus letras, su composición, si éstas fueron inspiradas por el Espíritu. También puede suceder lo contrario, se siente como un cuchillo atravesando el corazón, por lo que tengo la necesidad de apagarla en ese mismo instante. Recientemente compré el álbum de John Coltrane, a quien le dedicaré un escrito más adelante, un célebre artista de jazz, famoso por crear "A Love Supreme" una obra maestra dedicada a Dios. En ella, él escribe un poema, éste es un fragmento:
"One thought can produce millions of vibrations and they all go back to God... everything does."
Un pensamiento, una canción, todas son vibraciones que provienen de Dios y nos conectan con El Espíritu. Pero querido lector, no siempre mantuve esa claridad, ni la cercanía de que se trataba de mi lenguaje de comunicación con Dios. Hace unos 20 años, conocí personas que me lastimaron con la música, me alejé de ella por varios años. Me sentí decepcionada y hasta cierto punto puedo decir que estaba peleada con ella. En consecuencia, me alejé de esa comunión divina. En ese tiempo, no quería escucharla, de hecho, creo que no quería oír. La mente y el alma hablan a través del cuerpo, por lo que generé un mecanismo de defensa en el que taponaba mis oídos hasta tal punto de no poder escuchar nada. En psicología, se define como somatización, al proceso inconsciente de manifestar estos problemas a través de síntomas físicos reales. Llegué a necesitar intervenciones médicas para poder volver a escuchar. Estaba convencida que tenía un problema auditivo, cuando en realidad era espiritual...
Y tú, ¿ya has reconocido cuál es tu don? Tal vez siempre ha estado rondándote, quizás te lastimaron y lo has evadido. Hoy te invito a que busques encontrarte con ese elemento que te hace único, especial, ese sello que Dios te dio. El resto lo hace El Espíritu... si se lo permites.
MG
(Para profundizar: Romanos 12, 1 Corintios 12, Efesios 4; 5:18-21; Hechos 16:25-35)
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